La abstención avanza sobre el voto obligatorio en Argentina

Un hombre emite su voto en un colegio electoral durante las elecciones primarias en Venado Tuerto, Argentina.Ricardo Ceppi (Getty Images)

En los últimos tres meses, los argentinos han ido a votar casi cada fin de semana. Desde el 16 de abril, cuando los ciudadanos de las provincias de Neuquén y Río Negro inauguraron el calendario electoral de 2023, 14 provincias han elegido gobernador –otras tres votaron en primarias y una tuvo elecciones legislativas–. En un país en el que el voto es obligatorio llama la atención que el número de electores que fueron a las urnas haya descendido cerca de un 5% en la mayoría de los territorios respecto de 2019 –las últimas elecciones comparables– mientras que la cantidad de votos en blanco y nulos ha crecido.

Un análisis del Centro de Investigación para la Calidad Democrática muestra que la participación cayó en la mayoría de las provincias. Solo hubo dos excepciones, en el norte del país: Tucumán, donde creció un 0,44%, y Formosa, donde el porcentaje no varió. Además, hubo casi un 1,5% más de votos blancos y nulos. Un caso llamativo fue el de Tierra del Fuego, donde el oficialismo ganó con el 54% y el segundo puesto fue para el voto en blanco. En la provincia patagónica, el 20,97% del electorado optó por no poner la boleta de ningún candidato en su sobre.

El politólogo Facundo Cruz afina el cálculo y propone analizar la concurrencia de 2023 comparando la participación positiva del electorado, es decir, la cantidad de gente que fue a votar y eligió una lista de las disponibles en la oferta electoral –o sea, sin contar el ausentismo, el voto blanco y el voto nulo–. Si se tiene en cuenta eso, en provincias como Tierra del Fuego la participación cayó un 17% estas elecciones. El porcentaje desciende en casi todos los territorios, aunque en diferente medida. Mientras que en Río Negro la caída fue de casi el 12% en La Pampa fue del 0,10%. La única excepción fue Formosa, donde la participación positiva subió un 3,51%.

Los expertos consultados por EL PAÍS coinciden en que la caída, sin embargo, no es abrupta. Cruz, que es investigador del Centro de Investigación para la Calidad Democrática, avisa que la bajada en la participación general en las provincias es “leve y progresiva”. “No diría que es marginal, pero bajó levemente”, señala el politólogo, que agrega: “No es un tema que preocupe por dos cuestiones. Primero porque la participación electoral hay que entenderla como oleadas ascendentes o descendentes, y ahora estamos en una oleada descendente. A eso se suma que el electorado argentino, elección tras elección, va creciendo. Lo que va cayendo es la proporción de ese electorado que va a votar”.

Desde que los datos en la participación en las elecciones provinciales empezaron a indicar esa caída en la concurrencia, los analistas han relacionado las cifras con diferentes razones que van desde el hartazgo, al desinterés o la desconfianza en la política. Cruz considera que existen “17 escenarios electorales distintos” y, por ende, “17 explicaciones distintas” que dan cuenta de la caída: “Por ejemplo, en Chubut, cayó la participación. Pero ¿por qué? La noche anterior hubo un temporal de vientos de 140 kilómetros en Comodoro Rivadavia, el principal distrito, y votó menos del 60% de la población”.

“¿Está bien que baje la representación en un país en el que el voto es obligatorio?”, se pregunta la politóloga Lara Goyburu, integrante de la Red de Politólogas, y responde: “No, por supuesto que no. Pero en este escenario, con una crisis económica muy fuerte arrastrada por varios meses y con una crisis política de representación, donde hay un escenarios de tercios, respiro un poco”. “Ese 5% de baja en la participación en promedio en las elecciones provinciales está tirado para arriba por provincias puntuales en donde la participación bajó mucho, como Tierra del Fuego, Río Negro o Mendoza. Pero en la mayoría no bajó más de un 10%”, añade.

Goyburu advierte de que “no trasladaría nunca esta tendencia a lo que pueda llegar a suceder en el escenario nacional”. “Las dinámicas locales en cualquier federalismo, pero en Argentina particularmente, no son extrapolables a nivel nacional. Son juegos distintos y, fundamentalmente, los territorios pesan distintos. Que el 20% del padrón no vaya a votar en Tierra del Fuego no tiene mucho peso para una elección nacional porque no se define en Tierra del Fuego, sino en el conurbano bonaerense [donde aún no se ha votado], en Córdoba, en Santa Fe… Si la abstención en Córdoba alcanza un 20%, ahí sí tenemos que abrir los ojos y mirar detenidamente”, explica.

La participación en las elecciones generales

Los argentinos mayores de 16 años irán a las urnas en todo el país el próximo 13 de agosto para votar en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, las PASO, en las que se elegirán los candidatos presidenciales que competirán en los comicios generales del 22 de octubre. Los aspirantes con más posibilidades según las encuestas son el peronista Sergio Massa, por la alianza Unión por la Patria, y los conservadores Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, que disputarán la interna de Juntos por el Cambio. En el cuadro también aparece Javier Milei, el diputado libertario de ultraderecha.

Pablo Secchi, director de la organización Poder Ciudadano, insiste en que es necesario esperar hasta las primarias para ver si la caída en la participación que se observó en las elecciones provinciales se ratifica en las generales. “Y las PASO, recordemos, seguramente van a tener menos participación que las elecciones generales”, apunta. “Sabemos que está bajando la participación en un año en el que a nivel nacional vamos a ir a votar tres veces. En [la ciudad de] Córdoba, por ejemplo, se eligió gobernador e intendente, con lo cual pueden ir a votar hasta cinco veces en el año. Todo esto desincentiva un poco. Pero a nivel nacional no lo sabemos”, explica.

Desde que Argentina volvió a la democracia en 1983, después de una dictadura que duró siete años, la participación en las elecciones generales siempre estuvo por encima del 70%, salvo en 2021, en las legislativas que se celebraron durante la pandemia de covid-19. En esa ocasión la participación rozó el 68% del padrón electoral. La obligatoriedad del voto en el país, determinada por la Constitución y por ley, ha favorecido siempre altos niveles de participación. Las cifras más altas de concurrencia en Argentina se registraron en las elecciones de 1983 y 1989, cuando se superó el 85%. A partir de la década de los noventa, los ciudadanos fueron menos a las urnas, pero el descenso no ha sido considerable.

Un informe de la Universidad de Buenos Aires señala que los argentinos, en su mayoría, están “algo interesados” en política aunque “poco movilizados”. “Es impreciso decir que la apatía y el desinterés nos gobiernan. Hay interés, suficiente. Pero no es mayoritario. Eso hace que no necesariamente haya movilización por la política y para la política”, se lee en el estudio. Algunas encuestas vaticinan que la concurrencia, de hecho, se mantendrá. Una encuesta de la consultora Zubán Córdoba, por ejemplo, asegura que “el 71%” de los consultados “afirma que es altamente probable que asista a votar” el 22 de octubre. El texto, publicado en julio, aclara: “Aunque se haya visto una menor participación en las elecciones provinciales, esto no significa necesariamente que se repita en la elección general”.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región.

You may also like...