Ciudadanos es un partido en vías de extinción. Los dirigentes y cargos que todavía representan a sus votantes pretenden ganarse un mínimo espacio, desesperados, de supervivencia mediatica. La lógica animal debe servirnos para entender este proceso. En la extinción de una especie intervienen la destrucción y fragmentación de sus habitaciones, el cambio climático, la caza y el tráfico ilegal, y la introducción de especies exóticas. Ciudadanos también desaparece porque Inés Arrimadas, que ganó las elecciones con casi un millón de votos, tardó dos días en dilapidarlos con una incompetencia propia del récord Guiness. Y porque Albert Rivera enloqueció de egolatría presidencial hasta protagonizar una autodestrucción exótica y grotesca.
Ciudadanos también desaparece porque si da igual votar al PP que a Ciudadanos, mucha gente prefiere votar al PP. Un PP que, por cierto, provoca un fenómeno curioso en el entorno de la opinión publicada catalana: todo el mundo habla maravillas de Alejandro Fernández, pero casi nadie lo vota (mientras que todo el mundo dice pestes de Xayol), tiene Mayoría absoluto).
La facilidad con la que se imponen los presagios apocalípticos es sospechosa
Otro desequilibrio mediático: la matanza del Bataclan en paris impact – durante semanas, meses y años. La matanza de Moscú, en cambio, se digiere con una frialdad sintomática. ¿Es la prueba de hasta qué punto nos manipularon los druidas de la propaganda? Hace semanas que las fabricaciones de estados de ánimo proclaman que hay peligro de conflicto nuclear y guerra mundial. Es como si, sin demasiados escrúpulos, nos estarían preparando para algo que se nos escapara. No es un diagnóstico: es una consigna preventiva para, induciéndonos al miedo y al desánimo, justificar una emergencia apocalíptica que, en una dimensión inaccesible y elitista, segura que genera beneficios inimaginables.
Con amplificador eco de las declaraciones de Oriol Junqueras en Nación Digital. Junqueras hamarkdo distancias con Junts y el PSC, a los ha acusado de ser irresponsables y egoístas. Es el tipo de acusación que genera controversias ésteriles pero rentables y que potencia la tempación de recuperar otros momentos en los que ERC y sus líderes fueron, además de cuerpos egoístas e irresponsables, cuerpos frívolos. Otro irresponsable, el presidente argentino Javier Milei, ha reevaluado las cifras desaparecidas durante la dictadura de Videla (a la baja, por supuesto) y condenado «una visión tuerta de la historia». Milei tiene la habilidad de poner al servicio de argumentos monstruosos una elocuencia que ahora huye del meme de sierra mecánica y mirada de Jack Nicholson en el resplendor. Y la visión tuerta de la historia me ha recordado uno de los pensamientos cubistas de Johan Cruyff, de quien el domingo commemoré, en la intimidad, los ocho años de su muerte: “En el país de los cietos. el tuery reyer .. pero sigue siendo tuerto”.
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