A punto de cumplirse 50 años del golpe de Estado contra Salvador Allende, Chile presiona a Estados Unidos para que desclasifique nuevos documentos que permitan despejar las incógnitas sobre la implicación de la Casa Blanca en lo sucedido, una cruzada emprendida por el veterano embajador chileno en Washington, Juan Gabriel Valdés.
«Nosotros todavía no conocemos lo que el presidente Richard Nixon vio en su escritorio en la mañana del golpe militar y cómo se le informó de que el golpe militar había sucedido», explica el diplomático durante una entrevista con EFE en su oficina.
Valdés, excanciller y dos veces embajador en Estados Unidos, ha solicitado formalmente al Gobierno de Joe Biden que publique documentación de 1973 y 1974 sobre lo que se decía en el Despacho Oval antes y después del golpe.
«Hay detalles que nos interesan, son importantes para poder reconstituir nuestra propia historia», insiste el diplomático, convencido de que la actual Administración accederá igual que lo han hecho otras antes: «Si sucedió con el presidente Obama, no vemos por qué no va a suceder con el presidente Biden».
Medio siglo después del golpe, no hay pruebas de una implicación directa de Nixon en el golpe del general Augusto Pinochet del 11 de septiembre de 1973 que derrocó al Gobierno socialista de Salvador Allende, terminó con la vida del presidente e instauró una cruel dictadura que se alargó hasta 1990.
Pero miles de documentos que se han ido desclasificando desde el mandato de Bill Clinton (1993-2001) han demostrado la profunda hostilidad de Nixon y de su mano derecha Henry Kissinger hacia Allende desde antes que asumiera el cargo, además de que la CIA apoyó y financió a grupos para desestabilizar al Ejecutivo.
Las incógnitas siguen siendo muchas, ya que varios documentos publicados muestran todavía fragmentos tachados en negro, como los expuestos en el Museo de la Memoria de Santiago de Chile.
«Nosotros queremos verlo y poder leerlo para saber exactamente qué sucedió en la cabeza de quienes gobernaban Estados Unidos en esa época», recalca Valdés sobre las partes censuradas en los documentos del día del golpe.
La responsabilidad de EE.UU.
Hijo del reconocido político democristiano Gabriel Valdés, un firme opositor a Pinochet que tuvo sobre él una «influencia innegable», el embajador no busca unas disculpas de Washington, pero sí un mayor reconocimiento a su papel.
«Estados Unidos debería manifestar de la manera más clara posible que hubo responsabilidad en el debilitamiento de la democracia chilena desde antes de Allende», opina.
Y es que en la época de Nixon y Kissinger, «la intervención en Chile fue deliberada y buscó de una manera clarísima impedir que Salvador Allende fuera elegido presidente«, agrega el diplomático.
La documentación disponible hasta ahora prueba cómo Estados Unidos «alimentó la resistencia y apoyó a la derecha contra Allende», financiando huelgas y sabotajes, entre otras actividades.
Pero no todo son reproches. El embajador recuerda que el golpe en Chile provocó una fuerte movilización de rechazo dentro de Estados Unidos, sobre todo entre los jóvenes, que propició la victoria electoral de Jimmy Carter (1977-1981), quien como presidente puso los derechos humanos en el centro de su política exterior.
«Yo me atrevo a decir que el movimiento por los derechos humanos en Estados Unidos se debe en buena medida a lo que sucedió en Chile», argumenta Valdés.
Para el Gobierno izquierdista de Gabriel Boric, la conmemoración del medio siglo debe ser «un momento de unidad» y debe servir también para «condenar todos los golpes militares», cuenta el embajador sentado bajo un retrato del presidente chileno que cuelga en su oficina.
Sin embargo, el diplomático considera que la reacción de la derecha, que aún hoy evita condenar el golpe, demuestra que Chile tiene «dificultades todavía para sanar las heridas».
«El golpe de Estado fue un crimen en contra de Chile y violó los derechos humanos desde el primer momento. Bombardear el palacio presidencial con la Fuerza Aérea de Chile no es sino un acto de brutalidad difícilmente comparable en la historia de Chile», remarca.
El día que se salvó de morir
Juan Gabriel Valdés conoce en primera persona el terror que supuso la dictadura chilena, puesto que trabajaba para el exministro allendista exiliado Orlando Letelier cuando este fue asesinado en pleno centro de Washington por orden directa de Pinochet.
Esa trágica mañana del 21 de septiembre de 1976, Letelier iba a recoger en coche a Valdés de camino a la oficina pero el hoy embajador no pudo acompañarlo porque debía quedarse en casa cuidando a sus hijos.
«Me llamaron a las nueve de la mañana para decirme que el auto había estallado. Fue un shock muy fuerte en mi vida», rememora el diplomático, cuya residencia actual está a pocos metros del lugar de la explosión.
Cuando 40 años después regresó a Washington como embajador del Gobierno de Michelle Bachelet, Valdés logró que Estados Unidos desclasificara la documentación sobre el atentado y la relación de Washington con la dictadura. Ahora, como embajador de Boric, el trabajo continúa.
De la agencia EFE
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