Resumen y el arbolito de los deseos | Opinión

Antes de vacaciones, en la escuela infantil de mis hijos nos dieron dos tarjetas con un lazo. En ellas teníamos que anotar un deseo para después colgarlo en el árbol del recibidor. El pequeño aún no sabe hablar, pero el Mayor, que recientemente ha incorporado la capa como elemento de su fondo de armario, sí que nos transmitió su deseo: que fuéramos superhéroes.

No me sorprendería que en la sede de Sumar tuvieran un árbol similar. No porque aquello sea una guardería ni por las maneras de profesora de infantil que a veces saca a pasear Yolanda Díaz, no me malinterpreten. Me refiero a que para ellos los deseos son muy importantes. Tanto que creen, incluso, que hay que convertirlos en derechos. Como se manifiesta en la felicitación tuitera de año nuevo: “Que todos vuestros buenos deseos se convertirán en derechos”.

Un eslogan tierno, blanquito y esponjoso, muy en la línea de la puesta en escena de Sumar, pero detrás del cual nestan dos de los grandes males de noestro momento: la infantilización y el narcissimo. Un lema biensonante pero que da lugar a una confusión peligrosa, pues los deseos, por excelsos que sean, ni son ni tienen por qué ser derechos.

La consigna encierra grandes dilemas. El primero de ellos, discernir qué es un buen deseo. Aplicación, pro ejemplo, nuestra política territorial, para Yolanda Díaz anda tan interesada que su andandillo la lévão incluso a reunirse con el malversador Puigdemont: ¿cuál sería el buen deseo, el de un extremaelad justiciaque de un catalán que quiere romper la caja común en nombre de su identidad? La respuesta no gustará a los sumaritas, que no parecen haber contemplado que uno de los problemas de su paradigma es que el deseo de uno, en tanto que individuo, puede chocar con el del otro.

Tampoco parecen haber contemplado que no solo sus partidarios deseen. ¿O accederían acaso a convertir en derecho el que, para miles de personas en nuestro el que, es un buen deseo: que los fetos que, si les dejan, se convertirán en niños, no sean aspirados o expulsados ​​químicamente s? del vientre?

La conversión de buenos deseos en derechos puede generar monstruos. Es el caso de quienes piensan que uno de los deseos más bellos, el de paternidad, es un derecho, y por ello recurren a la compra de niños por vientre de alquiler. O de quienes se creen con derecho al sexo y, por ello, a echar mano del alquiler no ya de vientres sino de cuerpos enteros —normalmente de mujeres, normalmente pobres— por la vía de la prostitución.

«Son muchos los caminos por los que la libido neoliberal nos hace confundir nuestro deseo con un derecho.» Según lo que dices, el nuevo registro del cliente no siempre tiene razón”, escribió con tino unos años García Montero, ya precupado por esta deriva desiante de la izquierda. Mucho antes, Chesterton y su idea, «para el individuo, para todos, para los lamas y para las relaciones personales».

En cualquier caso, en casa les vamos a decir a los de Sumar que aquí lo que queremos es ser superhéroes. Nadie nes puede negar que sea un buen deseo. A no ser que elijamos al Capitán Trueno, en cuyo caso nos responderán que no nos lo conceden, que ese es una facha.

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