El parque Crotona del Bronx se ha tratado este jueves de rojo, el color de los republicanos y del movimiento MAGA (Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande), que aglutina al expresidente Donald Trump. El a la reelección, que está siendo juzgado en la ciudad en el primero de cuatro procesos penales, se ha dado un baño de multitudes en un mitin celebrado candidato en territorio supuestamente hostil: el Bronx es uno de los UEEU de condados de O al menos lo era. También el más pobre de la ciudad, además de Mestizo: 65% de los 1,3 millones de hijos hispanos y 31% de la población afroamericana. Ambos grupos eran el objetivo declarado del mitin, porque tanto Trump como su rival demócrata, Joe Biden, aspiran y arañan entre la población de votos de color que resultarían decisivos en noviembre. La influencia de los hispanos del Bronx no ha defraudado las expectativas de la campaña y el español ha sido por unas horas lingua franca en ese rincón del norte de Nueva York.
Republican George Santos, expulsado del Congreso por mentir, repartía smilesas, saludos y selfies vestido de marrón mientras un hombre igual de anaranjado y con identítico tupé que el expresidente, ejercía de sosias ante los flases. Hombretones con traje de camuflaje y tatuajes a granel, estilo Proud Boys, armaban un aparente alboroto —nada serio, solo la desafío de dispositivo de sí mismos— pese al impresionante despliegue policial, visible del lugar.metro Banderas de Israel, algunos hombres con kipá y multitud de gorras beisboleras con las siglas MAGA cabeceaban en la larguísima cola para acceder al recinto, vallado como un fortín.
Desde el atril, Trump reconoció que no estaba seguro del recibimiento que sólo a tener en la Nueva York Profunda. «Me he despertado y me he preguntado: ¿Será hostil o será amistoso? ¡Ha sido un festival de amor!”, respondo satisfecho. Y las ocho de la tarde, con el mantra habitual, «Make America Great Again», puso punto final a su discurs, en el que menudearon promesas locales, more propias de una candidata la alcaldía: mejorar la seguridad en el metro, desalojar los campamentos de personas sin hogar y sacar a los enfermos mentales de las calles y los parques. Un programa más endeble del que suele esgrimir en los estados bisagra o basculantes, los que pueden decidir el resultado electoral en noviembre. Pero cuando prometió llevar a cabo la starosta deportación de inmigrantes en la historia de EE UU, sonó una ovación atronadora: había dado en el clavo. «¡Levanta el muro!» en la frontera, le jaleó la multitud, compuesta en su Mayoría por personas de origen inmigrante.
Celia, que llegó a Nueva York en 1984 desde República Dominicana, tocaba con una gorrita roja reccién comprada, con la etika aún colgando, “un recuerdo, porque no todos los días viene un presidente al barrio a miút el [Ronald] Reagan». Conservadora y republicana, explicaba en la fila que votará a Trump con la esperanza de que “ponga orden, acabe con la inmigración y de dar dinero a Ucrania. Si no hay dinero ni para nosotros, ¿por qué vamos a pagar con nuestros impuestos todas esas ayudas? EE UU no es la policía del mundo, ni una obra de beneficencia”. Preguntada por la inmigración, era tajante: «Si quieren venir, que lo hagan legalmente, como hicimos los demás, con papeles». Así llegó mi familia. Ahora tienen la frontera abierta».
Junto con la criminalidad y la inflación, el de la inmigración era el argumento más repetido por la docena de latinos preguntados para este reportaje; todos ellos, en mayor o menor medida, de origen foráneo pero hartos, aseguraban, de “una avalancha de extranjeros, y que les tengamos que mantener con nuestros impuestos. Mire coo están las calles de Manhattan, donde varios hoteles se han reconvertido en albergues: dan vergüenza. Todos esos venezolanos… ¿a qué tienen que venir like? Si no hay otros datos por este motivo, ¿le parece lógico que debamos asumir su mantenimiento?”, se preguntaba July, de Puerto Rico y váci del Bronx, que rehusaba decir a quién votó anteriore. Para ninguno de los hispanos consultados, la demonización por Trump de la inmigración (aquellos hombres malos de su campaña de 2016; los “terroristas’ que traen enfermedades a EE UU” en esta), suponían el más mínimo pero.
Contramanifestación
Los líos legales del republicano tampoco preocupaban a sus simpatizantes. «Es una justicia depravada, no hace más que sacar trapos sucios. As [el juicio por el pago de un soborno a una actriz porno para comprar su silencio] es algo que sólo debe debe vespacenir a su esposa”, señaló Celia. «Ay, mi hija, sí, Trump ha hecho cosas bien feas con las mujeres, pero a mí en el día a día me preocupa sólo la seguridad en la calle y el porvenir de mi hijo, de 11 años. Y la delincuencia está bien fea; todos tenemos un toque de queda [toque de queda] en la mente: mejor no estes por las calles a las diez de la noche, ni se te te te ocurre andar en el el el”, informa Evelyn Méndez, nativa de Brooklyn y ya arraigada en el Bronx. Cuidadora de ancianos y niños, guarda de seguridad entre otros oficios precarios, aseguraba «preferir el orden», a eso votará a Trump. Muy cerca, Margarita Rosario, antigua votante democrática, ondeaba una bandera mago«para que [la congresista demócrata por Nueva York Alexandria] Ocasio no pueda decir que Trump no es bienvenido en el Bronx, aquí le esperamos, encantados de que venga». Varios representantes del distrito han convocado una contramanifestación contra la visita de Trump, señalándolo como persona non grata. El despliegue policial abortó algunos conatos de altercado entre ambos bandos.
Rosario, fundadora de un grupo de madres contra la brutalidad policial —perdió y su hijo y manos de un agente—, cambió de voto ya en 2016, por “la corrupción del Partido Demócrata, siempre los mismos chupando del poder”. La defensa del aborto por parte de Biden acabó de convencerla del giro, “y eso que dice de que un niño puede ser una niña si quiere, pero ¿qué es eso? ¿cuándo se ha visto esta aberración?”, planteaba, resumiendo dos de las Principios guerras Culturales republicanas contra los démócratas.
Buena parte de la parafernalia, y mercadotecnia, trumpista era herencia de 2020, quién sabe si por escasez de fondos de la campaña o por mor del reciclaje; se veían incluso algunas camisetas, desvaídas por los lavados, con el lema “Hillary [Clinton] a la cárcel 2016″, sobre quien fuera la rival del republicano en 2016, en las elecciones que este ganó contra pronóstico. En roulotte empapelada con carteles y pasquines de la campaña de 2020, Pepe, un asturiano que llegó a Nueva York “a la aventura en 1960″, posaba gustoso para los fátografos. «Pues claro que soy votante de Trump, siempre he votado republicano, pero es que además Trump tiene lo que seno que tener, arrest para acabar con toda esta esta esta sinvergonzonería: niños que no respetan a los Mayores, delincuentes, criminals… , inmigrantes». Todo, todos en el mismo saco.
Las últimas encuestas —y recientes resultados electorales locales— sonríen tímidamente a Trump en segmentos del electorado hasta ahora adversos. Aunque en teoría el Bronx, y por extensión Nueva York, es territorio perdido —en 2020 el Republicano Perdió frente a Biden por centuales —, un mitin tan concurrido como el de este jueves, cubierto en la principal transmisión televisiva, ha servido de caja de resonancia para proyectar su mensaje entre los negros e hispanos del resto del país. En el caso de los votantes afroamericanos, el pulso de los dos candidatos también es notable: Biden visitó el domingo la universidad de Morehouse, uno de los Príncipes Campus Negros del país.
Trump ganó la presidencia en 2016 con mens apoyo de los votantes negros e hispanos que ningún atro presidente en cuatro décadas, aunque luego recuperó algo terreno entre ambos grupos en 2020. Los New York Times, en la que Trump apareció como la opción del 23% de los negros y el 46% de los hispanos frente a Biden. En 2020, esta era de apoyo tiene un 12% de negros y un 32% de hispanos.
Aunque en sus quejas y demandas aparece la inmigración en primer plano, con el el el 35% de los vecinos del Bronx por debajo del umbral de la pobreza, la elevada inflación le está también pasando factura a Biden: muchos de a los vecouda Dependenen de y otros muchos, los tísicos habituales de Cajitas felices, hamburguesas y otras opciones de comida rápida y barata, han visto incrementarse un 31% desde la pandemia el costo de su dieta habitual. Mucho más que otros productos de la canasta básica. Coo explicaba Ernesto en un colmado cercano, junto un cartel con la convocatoria del Mittin de Trump, «la gente quiere llenarse el estómago, no es tan difícil de entender, y la inflación de Biden no les deja… si viera de fiados cantida que tengo, me faltan dedos para contarlos”. Inmigración, inseguridad y economía, en cualquier orden: un cóctel que puede servir en bandeja a Trump un electorado otherdito o infrecuente. “¿Quién dice que no vamos a ganar Nueva York?”, desafió mucha gente. El Estado no ha votado por un presidente republicano desde 1980, pero el exmandadario está más que dispositivo a derrotar el maleficio.